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Omega, una revelación industrial

El primer calibre producido en cadena por Omega, Labrador, contaba con una variación deficitaria menor de 30 segundos al día. Un hito en 1885, cuando la firma aún conocida como Louis Brandt & Frère ya estaba en manos de los hijos del fundador, sólidamente asentada en Bienne tras salir de La-Chaux-de-Fonds en 1880. Actualmente, la desviación es de 0 a +5 segundos máxima. Los calibres y los relojes en su conjunto son sometidos a 10 días de estrictas pruebas bajo a la certificación METAS (Swiss Federal Institute of Metrology). La última aportación cronométrica de Omega.

En el alto paraje fresco y luminoso de Villeret, el edificio T1 de 1,000 m2 se abrió en el 2013. Aquí se encuentra la línea de ensamblaje del calibre Co-Axial Master Chronometer 8900/8901. Se emplean en la colección Seamaster Planet Ocean Master Chronometer. Otros movimientos montados aquí son, por ejemplo, los calibres 8800 y 2500. Tecnología en cadena. El calibre pasa primero 15 días en las pruebas COSC (Contrôle Officiel Suisse des Chronomètres). Vuelve al T1 para colocar la masa oscilante y se envía a la oficina de METAS en Biel-Bienne. El auditor está en casa, justo donde Omega cuenta con su headquarter y también el museo. Producción en serie bajo riguroso control. Cada calibre cuenta con un chip que identifica a cada reloj. Las manos de los operarios lubrican, atornillan y montan. Humanizar la tecnología. De la cadena de montaje, el 70% está conformado por mujeres. Máquinas bajo tacto sensible.

El certificado METAS se comienza a emplear desde el 2015. A nivel técnico, el gran salto cualitativo se dio gracias al escape Co-Axial de George Daniels que Nivarox (Swatch Group) lanzó finalmente en el 2008 totalmente desarrollado. La espiral antimagnética abría el camino a la mayor perfección cronométrica. Omega siempre fue una manufactura con integración vertical ya muy avanzada en sus orígenes. En 1892, la compañía creaba el primer “repetidor de minutos” de pulso. Y en 1894, nacía el calibre Omega de 19 líneas, un salto cualitativo anticipado de las técnicas industriales en la relojería suiza. De este calibre, la marca adoptaría por primera vez en 1903 el nombre oficial por el cual es conocida actualmente. Ya en la primera década del siglo XX, las piezas de la compañía se vendían en todos los continentes.

Espíritu de innovación inagotable desde la hora precisa de la revolución industrial. Como aquellos modernos relojes originales para ser ajustados al tanque de gasolina de las motocicletas y los automóviles. La velocidad de una sociedad que despertaba y cuyo timing ya era cronometrado por Omega en diversas actividades deportivas, como la Gordon Bennett Cup en Zurich, la primera carrera de globos en 1909. El espíritu olímpico fue sólo una consecuencia de la visión de futuro, cuando ya se convertiría en Offical Timekeeper en los Juegos de Los Ángeles en 1932 con 30 cronógrafos. Fiel testigo de la superación de los límites de la condición humana hasta el presente. Toda una incontable cronología de hazañas relojeras que alcanzan la cúspide cenital en la Luna con el primer alunizaje del Speedmaster el 20 de julio de 1969 —ya en 1965, la NASA había certificado y elegido la icónica pieza como reloj oficial—.

Este año Omega ha festejado el 60 aniversario del Speedmaster con todo el despliegue histórico de esta familia universal. Si el Rey del Rock n’ Roll, Elvis Presley, vistió de militar su Seamaster Calendar, ¿por qué no James Bond podría también desafiar al mal con un Omega en la muñeca? Vivir en el futuro desde sus orígenes. ¿Sabían que, gracias a Omega, usamos la corona para ajustar la hora y dar cuerda a la vez a nuestro reloj?

Leslie López

Leslie López

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